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Dos ladrones entran a una casa a realizar las órdenes que han recibido. Por medio de sus acciones van dando forma al lugar en la imaginación de los espectadores. Es una casa que los rechaza pero a la vez los vuelve parte suya. Se encuentran con fantasmas y recuerdos que no se sabe si les pertenecen a ellos o a la casa. El robo, el despojo y el vacío se manifiestan en un juego de fragmentos, indicios y desplazamientos.

La obra parte de la pregunta por la relación entre la ley y su ejecución. ¿De dónde vienen los mandatos? ¿Qué nos hace seguirlos? ¿Qué pasa con nosotros cuando lo hacemos?  La indagación en el mito de la autoridad y su investidura para ordenar acciones cuya ejecución no puede ser cuestionada, da origen a una obra que se desarrolló explorando lo que ocurre cuando los actores "abandonan" su cuerpo, y trabajando con diversos elementos escénicos: faldas, maniquís, máscaras, alteraciones digitales de la voz, entre otros.

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